martes, 31 de mayo de 2011

Cuando tomábamos el vermú...

Una de las costumbres que más recuerdo de los cada vez más lejanos años del comienzo de mi adolescencia es el rito dominical del vermú: los domingos, la familia solía asistir junta a misa y, al salir, buscaba acomodo en alguna cafetería del centro, mejor si hacía tiempo de terraza, y se sentaba a tomar el vermú. Por entonces, la expresión "tomar el vermú" era perfectamente sinónima de "tomar el aperitivo", un rito familiar en el que participaban todos, hasta que los más pequeños comenzábamos a buscar otras compañías para ese momento. Vermú para los mayores, algún refresco para los pequeños y, eso sí, aceitunas rellenas de anchoa a guisa de aperitivo sólido. Una combinación perfecta.

Vermú, normalmente, rojo. Había, hay, un vermú blanco, más bien dulce, muy pedido por el género femenino, que entraba solo, pero que se subía con la misma facilidad. Luego había otro vermú blanco, el seco, que era y es el utilizado para la preparación del rey de los cócteles, el dry martini.

Se solía tomar, el vermú, con ginebra. Era importante la proporción: un chorrito, y bien mezclada. Había camareros que, en su intento de agradar al máximo al cliente amigo, le suministraban unas raciones de ginebra que, más que redundar en beneficio de la combinación, la arruinaban, ya que el destilado británico lo dominaba todo.

Bien mezclada. Claro que sí. Pero es que entonces en las cafeterías se disponía del mejor mezclador que ha existido: el sifón. Un buen sifonazo hacía caer con una potencia escandalosa un chorro de agua de Seltz a presión en el vermú, al que semejante agresión agitaba y dotaba de vida propia. Nada que ver con ponerle un poco de soda de un botellín, porque lo importante era la presión, la fuerza, el golpe, el sifonazo.

Vermú con ginebra. Bueno, ésa sería la base. Mi padre solía pedir una cosa llamada "media combinación" -la había dulce y seca-, en la que, además de vermú y ginebra, entraban unos golpes de aquellos brebajes coloreados y misteriosos que el barman guardaba en unas botellas de tripa redonda, especiales, los goteros. Solían ser granadina, curaçao, angostura...

Luego había un montón de cócteles en los que el vermú intervenía. No sólo testimonialmente, como en el dry martini, sino como elemento esencial. Un manhattan, por ejemplo, que lo combina con whisky americano. O un negroni, cuya fórmula reproduzco en memoria del gran cocinero y amigo que fue Santi Santamaría, adicto a este cóctel: vaso con hielo, tres partes de vermú rojo, lo mismo de Campari, cuatro de ginebra seca, se decora con una rodaja de naranja y algo de piel de limón. Un bombazo.

Ya casi nadie toma vermú. Entonces, y ahora, había muy buenos vermús nacionales, de grifo, como el notabilísimo "Yzaguirre", de Reus; pero la gente se iba a los turineses "Martini" y "Cinzano"; al fin y al cabo, fue en Turín donde, a finales del XVIII, Giuseppe Antonio Benedetto Carpano inventó esta bebida, este vino aromatizado con hierbas. Por entonces, los vermús franceses, como el "Noilly Prat", o los especiales, como el "Punt e Més", eran ilustres desconocidos para el gran público.

No se toma vermú y han desaparecido aquellas maravillosas aceitunas rellenas de anchoa de las que habla Cela en su "Viaje a la Alcarria" cuando cuenta que "el viajero y sus amigos se tomaron unos vermús con aceitunas con tripa de anchoa". Hoy no se encuentra esto, y sí aceitunas rellenas de una especie de pasta de anchoa, o de una gelatina con sabor a anchoa, que no es para nada lo mismo.

Hoy se toman cañas en el aperitivo y, si hay suerte, anchoas sin aceituna, maravillosas anchoas en aceite de oliva de Santoña o Bermeo: una buena caña y unas buenas anchoas es algo que roza la perfección. El caso es que hay que luchar para mantener las buenas costumbres, y ésta del aperitivo, que quieren quitarnos quienes propugnan una pausa sajona, de veinte minutos, para comer, es una buenísima costumbre, y muy incardinada en nuestra forma de ser.

En fin, me gusta, de vez en cuando, recordar aquella liturgia dominical y familiar en la que, cumplido el deber religioso-social de acudir a la misa de doce y tomarse el vermú en un lugar donde ver y ser visto, saludar y ser saludados, la familia se iba a casa, en busca de la paella dominical, contenta y hasta un poco achispada por esa bebida aperitiva que el Diccionario nos obliga a escribir "vermú", cuando lo que hemos bebido y escrito toda la vida, y nos gusta de verdad, es el "vermut".

sábado, 28 de mayo de 2011

Los mejores vinos blancos de España.

Las elaboraciones con una mejor relación calidad-precio, tras una cata final de veinte vinos


ADEGA DO MOUCHO. Bodega Francisco García Pérez (2009). Variedad: treixadura. Origen: D.O. Ribeiro. Densidad y frescura, elegancia y poder. Gran vino, con tiempo para crecer. Precio aprox.: 15-20 euros.
ALTER ENOS. Bodegas Magallanes (2009). Variedad principal: verdejo. Origen: Vino de la Tierra de Castilla y León. Impactantes aromas florales y frutales. Madurez y distinción. Volumen suficiente. Precio aprox.: 30 euros.
AS SORTES. Bodega Rafael Palacios (2009). Variedad: godello. Origen: D.O. Valdeorras. En esta añada alcanza un nivel superior. Vive grande, inmenso, elegante. Otra Creación muy personal. Precio aprox.: 25-30 euros.
AUZELLS. Bodega Tomás Cusiné (2009). Origen: D.O. Costers del Segre. Conglomerado de uvas (principal, macabeo), que sostiene un vino franco, que gozas cuando lo pruebas. Precio aprox.: 10-12 euros.
EDETARIA. Bodegas Edetaria (2009). Origen: D.O. Terra Alta. Espléndido vino. Inmenso. Matrícula de Honor. Elaboración impactante de garnacha blanca con un toque de macabeo. Precio aprox.: 15-20 euros.
FEFIÑANES III AÑO. Bodega Palacio de Fefiñanes (2007). Variedad: albariño. Origen: D.O Rias Baixas. Albariño con mayúsculas. Delicadeza, acidez perfecta, suavidad, textura. Precio aprox.: 25-30 euros.
NAIADES. Bodegas Naia (2008). Variedad: verdejo. Origen: D.O. Rueda. Amplio, largo, muchísima calidad, matices florales. Contundente mensaje de finura y frescura. Precio aprox.: 20-25 euros.
OSSIAN. Bodega Ossian Vinos y Vides. (2009). Variedad: verdejo. Origen: Vino de la Tierra de Castilla y León. La simpleza es una virtud. Viñas viejas y uva excelente. Un sobresaliente. Precio aprox.: 18 euros.
SAN CLODIO. Bodega San Clodio (2010). Variedad principal: treixadura. Origen: D.O. Ribeiro. Finura y frescura. Perfumes, flores, frutas blancas y volumen. Perfecta combinación. Precio aprox.: 10 euros.
TALEIA. Bodega Castell D'Encus (2009). Variedades: sauvignon blanc y semillon. Origen: D.O. Costers del Segre. Pura Frescura y ajustada acidez. Sensacional. Precio aprox.: 18 euros.

viernes, 27 de mayo de 2011

Cómo elegir un buen vino

Enfrentarse ante una más o menos interminable carta de vinos en un restaurante puede convertirse en algo incómodo. Especialmente si se trata de un reunión de trabajo o tienes que quedar bien delante de los amigos.

¿Cuántas veces has optado por una botella de precio medio y de una región indiscutible para que no se ponga en evidencia tu modesto conocimiento del vino?
Una encuesta realizada hace unos años en Estados Unidos reveló que la mayoría de consumidores acababa pidiendo familiares blancos de chardonnay y tintos de cabernet porque les daba vergüenza no pronunciar adecuadamente el nombre de otras variedades. Y ello pese a que en su fuero interno desearan probar cosas nuevas. En nuestro país, seguro que muchos hacen lo propio con Rioja y Ribera del Duero. 
Vamos a intentar aportar unas claves para salir airoso de esta situación. Si os queda alguna duda nos la podéis comentar a través de la herramientapreguntas al sumiller, donde además podeís aportar sugerencias, reomendaciones, etc.
Volviendo al tema que hoy nos ocupa, a la hora de elegir el vino hay que fijarse en:
El precio. Salvo excepciones, los restaurantes cargan de forma significativa los vinos. Etiquetas que se comercializan entre 12 y15 euros en tiendas suben hasta los 25 o 35 euros. Por eso es mejor no pedir vinos de menos de 15 euros en carta, aunque tampoco hay motivo para gastar más de 40 o 50 euros en una botella, a no ser que se quiera algo muy específico. Ni mucho menos caer en el exceso de pedir alguno de los vinos más caros de la carta que, probablemente, requieran un servicio especialmente cuidado (decantación, descorche anticipado de la botella…).

Estilos y zonas. A la hora de pedir un vino hay que acotar los campos. Lo mejor es partir del tipo de vino: ¿quiero un tinto, un blanco o un espumoso? Esta primera decisión dependerá del gusto, de la apetencia personal o del tipo de comida que ofrezca el restaurante. Y a partir de ahí se puede ir decidiendo uno por distintas zonas geográficas, variedades de uva y estilos de elaboración. Por ejemplo: un blanco verdejo de Rueda preferiblemente fresco (en cuyo caso habría que buscar la añada más reciente) o con cierta estructura (y aquí sería mejor elegir un rueda fermentado en barrica). Si, por poner el caso, la opción es un tinto potente y estructurado, lo lógico sería buscar en regiones como Ribera del Duero, Toro o Priorat y apostar por vinos con crianza en barrica.
La comida y el vino. No vamos a hablar aquí de hacer el encaje de bolillos de construir una combinación perfecta entre plato y vino, sino más bien de usar el sentido común. ¿Me apetece carne roja? Pues busco o pido que me recomienden un vino que acompañe bien ese sabor. ¿Que lo que tengo claro es el vino que me apetece tomar hoy? Entonces, busco platos que no desentonen con él. No hay que exagerar con los maridajes.
El servicio. La forma en que se trata el vino en un restaurante es sintomática del mayor o menor interés que se le presta. Una forma de saber si estamos en una casa que cuida el vino es fijarse si cuenta con vinotecas o con una bodega climatizada para su conservación, si tiene copas adecuadas, si se preocupa de servir los vinos a la temperatura correcta o de si hay un interlocutor (sumiller en la mayoría de los casos) con el que se pueda hablar de vino.
Consejos para ganarse al sumiller
¿Qué hay, por otro lado, de la conversación con el sumiller? Pese a que el responsable del vino en el restaurante aún pueda adoptar ese intimidatorio aspecto de figura en negro embutida en un delantal de cuero y con su catavino al cuello, no hay ningún motivo para que a uno le entren sudores fríos cuando ve que se acerca a su mesa. Os damos algunas pistas para que convirtáis al sumiller en vuestro aliado:
1. Preguntar por él. No todos los restaurantes tienen sumiller, pero el hecho de que cuenten con uno o, al menos, con personal formado en el servicio del vino es el mejor indicativo para saber que el establecimiento se preocupa de manera especial por el vino. Por otro lado, el mero hecho de que un cliente pregunte por el sumiller lleva implícito un reconocimiento de su trabajo y de su papel.
2. Darle pistas de lo que queremos. Sobre el tipo de vino (blanco, tinto, espumoso…), si nos apetece probar una botella de una región concreta o de una variedad de uva; incluso si tenemos alguna fobia personal (no me gustan los tintos jóvenes, no me gustan los vinos con mucho alcohol…). Y también muy importante: sobre cuánto queremos gastarnos. Con el precio también hay que ser claro.
3. Ser sinceros sobre nuestro estadio dentro del vino. No saber de vinos no es excusa para huir del sumiller. Él estará encantado de tener una mesa de comensales que sienten curiosidad por el vino y que hayan decidido que ésa va a ser su opción de bebida para la cena. Decirle que estáis empezando o que todavía no habéis probado muchas cosas será una buena pista para que atine con su recomendación.
4. Seguir con naturalidad la ceremonia de servicio. Si sabemos cómo proceder, adelante; hay que hacerlo sin miedo y con naturalidad (y esto, como todo, es cuestión de práctica). Si no, es un buen momento para repasar el procedimiento con el propio sumiller. Él enseñará la botella para que el cliente compruebe que se corresponde con su petición, la descorchará y la dará a probar, normalmente a la persona que haya sido su interlocutora y, si han sido varias, preguntará quién va a probar el vino. Si el vino nos gusta, adelante; si no estamos seguros, podemos pedir al propio sumiller que verifique que todo está OK.
5. Pedirle algún truco de experto. Hacerle alguna preguntilla en este sentido a lo largo de la comida (sin avasallar, claro, porque estará atendiendo muchas mesas al mismo tiempo) puede ayudar a crear buena sintonía. Algunas ideas: qué vino va bien con cierto plato, a qué temperatura hay que servir los tintos en verano, cuáles son las copas más adecuadas para tener en casa…

jueves, 26 de mayo de 2011

Llega el tiempo del GAZPACHO

El gazpacho, como la paella, es más que un plato, es una experiencia comunal. Es inútil hacer gazpacho para uno solo, siempre sale más del que buenamente puedas consumir antes de que pierda sus vitaminas o el ajo empiece a picar más de la cuenta. Así que, en este verano tórrido, pongámonos manos a la obra y démosle a la batidora con denuedo para hacer felices a nuestra familia y amigos.

Ingredientes (para cuatro personas): 4 ó 5 tomates grandes bastante maduros... Si son ecológicos o de una huerta que controlemos, mejor que mejor; este consejo también se puede aplicar con los siguientes paramentos: un pepino más pequeño que grande, un pimiento verde medianito (nosotros solemos utilizar la variedad "italiano": alargado), un diente de ajo grande, un trozo de pan duro con mucha miga, aceite, vinagre de vino o de manzana,agua fría y sal.
Para los tropezones: tomate, pepino y pimiento cortados en trozos muy pequeños. También se pueden freir dados de pan (picatostes o tostones).
A la marxeta:
Se lavan bien-bien los tomates, se pelan (no seamos zánganos, el gazpacho quedará mucho mejor si se pelan) y se cortan en trozos. Hacemos lo mismo con el pepino y el pimiento; es importante probar el pepino antes de batir las verduras, ya que si está amargo nos puede fastidiar el resultado final. Igualmente se pela y se pica el ajo. Mientras tanto, habremos tenido a remojo el cacho de pan para que se reblandeciera; cuando éste esté lo suficientemente blando se le quita la corteza y se escurre.
Se meten todos los ingredientes anteriores en el vaso de la batidora y se baten sin piedad pero sin rencor hasta que se conviertan en una pasta uniforme de color rojizo-anaranjado. Mientras batimos añadiremos un buen chorreón de aceite y otro de vinagre. Iremos probando hasta pillarle el punto a la sal.
Cuando tengamos la "pasta base" la echamos a un recipiente mayor y añadiremos abundante agua fresca (aquí ya depende del gusto del cuiner o la cuinera y de los comensales;los hay que prefieren el gazpacho más líquido y otros más cremoso). Volvemos a batir para que se mezcle bien el agua con la pasta y rectificamos nuevamente la sal.
Y he aquí el gazpacho. Sírvase muy frío y acompañado de tropezones. Vitaminas, fibra y frescor por un tubo.
El "toque": El gazpacho se hace en cada cocina de una manera. Nosotros no le echamos cebolla, pero mucha gente sí lo hace. Si se quiere dar un toque moruno al caldo y, además, combatir las repeticiones del ajo, pongámosle también un poco de comino en polvo: le va de perlas. Hay gente que le pone mayonesa, e incluso huevo, pero esas historias no se hacen en nuestros pueblos andaluces de referencia, de donde hemos tomado la receta tras árduos años de investigación.
La apetitosa herejía: aunque parezca raro, hacedlo un día para sorprender a propios y extraños: sustituid los tomates por sandía (previamente despepitada).

miércoles, 25 de mayo de 2011

Toledo: se consolida Locum

Les decía hace algo más de un año que el restaurante LOCUM empezaba a convertirse en una alternativa muy seria en Toledo. Una nueva visita ratifica esa impresión y me permite afirmar que estamos ante uno de los mejores establecimientos de Castilla-La Mancha. Ya saben que en esta comunidad, los nombres imprescindibles son EL BOHÍO (Illescas) y LAS REJAS (Las Pedroñeras), a los que hay que añadir el estrellado TIERRA(Oropesa) y otros más clásicos como ADOLFO (Toledo) y AMPARITO ROCA (Guadalajara), además de los emergentes RAFF (Cuenca), MARALBA (Almansa), EL DONCEL (Sigüenza) o PALIO (Ocaña). Un plantel cada vez más amplio y con mayor calidad en sus cocinas en el que LOCUM ocupa un lugar destacado gracias al ejemplar trabajo de su propietario y cocinero, Víctor Sánchez-Beato. Este cumple todos los requisitos que se exige a un chef hoy en día: buena técnica, sensatez en las propuestas, respeto por la materia prima y vinculada a los productos y al recetario de su tierra. Y con precios muy correctos. Así que ya saben. Y a sólo media hora de Madrid en un cómodo AVE.
Como ya les he comentado en alguna otra ocasión, el espacio es muy bonito. Dos agradables comedores en torno al patio tradicional de una casona del siglo XVII, a un paso de la espectacular catedral toledana. Cuenta además con una cuidada carta de vinos, en la que los manchegos ocupan un lugar destacado pero sin renunciar al resto de denominaciones españolas. De esta bodega se ocupa Eduardo Gallardo, un profesional competente que también ejerce de maitre.
La mejor opción en Locum es el completo menú degustación, que mantiene su precio imbatible de 40 euros y que incluye un aperitivo, tres entrantes, pescado, carne, prepostre y postre, además del pan, el agua, el café y los dulces de la sobremesa. Buen detalle este de incluir pan, agua y café en el precio del menú, algo que debería generalizarse en nuestros restaurantes porque no tiene sentido que cuando uno paga un menú degustación se encuentre luego en la factura ese pan, esa agua o el café cobrados aparte.
En mi reciente visita tuve la suerte de compartir mesa y agradable charla cuatro buenos gourmets: Carlos Falcó, marqués de Griñón; Antonio González, veterano delegado de ABC en Toledo; y los profesores de la Universidad de Castilla-La Mancha Antonio Mateos y Agustín García Rico, que están desarrollando en los últimos años un ejemplar trabajo por la gastronomía manchega y que además hacen desde fechas recientes un vino muy interesante, el Moravia Sigilo. Buena compañía, buena comida y buenos vinos. En esta ocasión todos fueron de la bodega del marqués de Griñón, lo mismo que algunos de los aceites que elabora bajo la marca Capilla del Fraile y que están entre los mejores de España.
Empezamos el menú con cuatro aperitivos de muy buen nivel: pan con tomate, cecina de ciervo y ajoblanco; una excelente ensalada fría de cocido; un ravioli de callos a madrileña; y un foie gras presentado como un corcho de vino con la marca de Summa Varietalis en homenaje a Falcó. Sabores nítidos e intensos en los cuatro. Seguimos con un plato que critiqué el año pasado y que el cocinero ha corregido: un potaje de vigilia que antes hacía con un bacalao muy desalado y que ahora ha sustituido por callos de ese mismo pescado, logrando un óptimo resultado. Lo malo es que ese mismo bacalao desalado en exceso está ahora en otro plato, en un ceviche con mandarina, original planteamiento al que le falta fuerza a causa del pescado. Está muy bueno un plato que combina huevo, patata, guisantes y el toque aromático de la hierbabuena, al que sigue una caballa con guacamole que mejoraría si la crema de aguacate tuviera más intensidad. La que tiene precisamente un magnífico mar y montaña: rodaballo con crestas de gallo y un caldo ligero de algas. Y rematamos con el mejor plato del menú, que muestra la buena escuela de Sánchez-Beato: liebre con chocolate, regaliz y tallarines de nabo. Aquí aparece toda esa intensidad de sabores que hemos echado en falta en un par de platos anteriores. Acabada la temporada de liebre, la sustituye, con la misma receta, el lomo de ciervo. Tiempo aún para dos postres, una refrescante combinación de manzana verde con gelatina de eucalipto, y pastel de mazapán con helado de queso, buen contraste frío-caliente.
Como les decía, todos los vinos fueron del Marqués de Griñón, una bodega que nunca decepciona y que alcanza niveles muy notables en algunos casos. El Rincón 2006, Summa Varietalis 2005, Cabernet Sauvignon 2005, Emeritus 2005 y, con la liebre, el AAA 2005, que estuvo a la altura de la excelencia del plato. Para la charla de sobremesa, unos buenos gin tonics de Fifty Pounds, preparados con la debida ortodoxia.

martes, 24 de mayo de 2011

La gastronomía del mundo a un paso


Uno de los grandes alicientes de viajar es imbuirte en la gastronomía del lugar que se visita, más aún si se trata de comida exótica. Dado que muchas veces el viajero no puede subir a tantos aviones como desearía, una buena solución para rememorar esa comida que tanto nos satisfizo o conocer los secretos de algún país que no conocemos, qué mejor manera que ir a un restaurante y más si es a un precio asequible para todos los bolsillos.
La oferta es casi tan amplia como el número de países que existen y muchos en tu propia ciudad, así que qué mejor manera de conocerlos que visitándolos. Si tu pasión es la comida asiática debes acudir al Royal Fénix, en Madrid, con una cocina de fusión que te acerca comida vietnamita o china con una cuidada elaboración.
<p>Comida</p>La comida india tiene también un gran interés culinario, especialmente para los amantes del picante, con platos que pueden llegar a contener hasta 20 especias diferentes. Un particular sabor que puede disfrutarse por ejemplo en el restaurante Muglia, en Granada. El paladar también se rendirá ante los suculentos sabores de Latinoamérica: desde la suculenta carne de restaurantes argentinos como el Che Baires, en Valencia, donde también se encuentra un buen exponente de la comida peruana en El Inka o, en Madrid, el inti de oro, o los platos ecuatorianos que ofrece por ejemplo La Cazuela, en Mallorca.
La comida andalusí, que mezcla la riqueza de las recetas árabes, judías y cristianas es otra alternativa para conocer una comida muy ligada a nosotros pero igualmente de sabores sorprendentes que se logran en establecimientos como en Medina Mayrit, en Madrid o en el restaurante tetería Hammam, en Córdoba.
Si se busca algo menos exótico, más europeo, una buena recomendación es la taberna griega, un lugar que, como su nombre indica, ofrece la comida más tradicional de nuestros vecinos. También se puede optar por gastronomía italiana en Gerona en Il Viaggio, una decisión que seguro es acertada. De esta forma, bien sea en tu misma ciudad o en una cercana, se pueden comenzar a conocer otras culturas y demostrar si es cierto que a la persona se la conquista por el estómago.

jueves, 19 de mayo de 2011

El vino ecológico resiste

En estos años de crisis, las bodegas deciden aventurarse en la producción de este vino han pasado de 340 a 460


el sector del vino no está viviendo su mejor momento. En los tres años ha tenido que prescindir de casi 100.000 hectáreas de viñedo. Sin embargo, hay un segmento que se resiste a caer. Según el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, la extensión del viñedo ecológico se ha multiplicado por tres en los últimos dos años.
Aunque continúa siendo un segmento minoritario dentro del sector vitivinícola los datos hablan por sí solos y son muchas las bodegas que deciden aventurarse en la producción de vino ecológico. De hecho, en estos años de crisis han pasado de 340 a 460.
Este buen momento ha quedado reflejado en la II Feria del Vino Ecológico que se ha celebrado recientemente en Pamplona por donde han pasado representantes de 20 países interesados en importar este producto sano, natural y de calidad.
Mercado exterior
Y es que el vino ecológico tiene los ojos puestos más en el extranjero que en el propio país. En regiones como Navarra, a pesar de que los viñedos ecológicos ocupan tan sólo el 3,4% de la extensión total de vides, su exportación supone el 10% de todo el vino. «El mercado español está como está. Aquí no tiene la credibilidad que tiene en el mercado exterior», explica Edorta Lezaun, de Bodegas Lezaun y presidente de la Asociación Navarra de Empresas de Producción Ecológica.
Y la exportación está incrementándose a pesar de las dificultades que tiene esta producción a la hora de venderse en el exterior.
Terminología
En la actualidad la denominación «vino ecológico» no puede ser usada de manera oficial en el ámbito europeo siendo el término «vinos elaborados con uvas de cultivo ecológico» el que aparece en las botellas. Esta terminología hace referencia únicamente a la producción de la vid pero excluye aspectos importantes de la elaboración del vino ecológico como es la cantidad de sulfitos y cobre.
La producción de vino ecológico difiere bastante de la producción del vino normal. La producción ecológica prohíbe el uso de plaguicidas y fertilizantes de origen químico de síntesis. En su lugar se desarrollan diferentes prácticas alternativas para cumplir con las normas establecidas basadas en la fertilización con materiales de origen orgánico, como el compost, los abonos verdes y residuos de cosechas, entre otros, lo que, al mismo tiempo, puede suponer un beneficio para otros agricultores que pueden aprovechar lo que les sobra de sus producciones. Las plagas y enfermedades por medio de la adecuada nutrición de la planta, basada en el desarrollo de insectos y otros organismos beneficiosos para frenar o bloquear su proliferación. Se incrementa la diversidad dentro y alrededor del viñedo. Y también se controla el rendimiento de la vid para obtener frutos de calidad.
Mayor carga de trabajo
Esto puede suponer una mayor carga de trabajo, pero los beneficios van más allá del propio vino ya que se hace un esfuerzo por el mantenimiento del Medio Ambiente. Por este motivo, el tamaño de los viñedos suele ser más reducida que en el vino tradicional y se eligen variedades que se adapten lo más adecuadamente posible al terreno en el que se sitúan.
Pero el vino resultante es de magnífica calidad para los amantes del buen vino y con el cuidado y esmero tanto hacia el fruto de Baco como hacia el Medio Ambiente en general que hará las delicias de quienes apuestan por una producción sostenible y ecológica.

lunes, 16 de mayo de 2011

Los diez mejores vinos del mundo

La prestigiosa revista norteamericana «Wine Spectator» publica su clasificación de los 100 mejores caldos de 2010 con nueve españoles en la lista


«Wine Spectator», una de las publicaciones gastronómicas más influyentes en el mundo, ha publicado su clasificación anual de los 100 mejores vinos de 2010Esta lista, de marcado carácter anglosajón, se estrenó en 1988 y refleja las tendencias más significativas, las regiones más prósperas y reconoce a los productores más destacados.
En 2010 se cataron más de 15.800 nuevos vinos y 3.900 de estos caldos fueron dotados de puntos, en una escala del 90 al 100, basándose en cuatro criterios: la calidad, el precio, la disponibilidad (en cuanto a la importación) y el factor X que los creadores de este ranking llaman «emoción».
En la lista de este año están representados catorce países (incluido España con 9 vinos) y según los editores de la revista «la calidad sigue siendo alta» con una puntuación media de 93 puntos y un precio medio por botella de 36 euros.
El «top ten»
1. El mejor vino del año es, según «Wine Spectator» el californiano«James Berry Vineyard Paso Robles 2007» de Saxum, producido por Justin Smith. Ha conseguido 98 puntos y cuesta alrededor de 50 euros.
2. El australiano «Shiraz Barossa Valley Bella’s Garden 2008» de la compañía Two Hands, de Michael Twelftree, ha obtenido el segundo puesto con 94 puntos y un precio de 41 euros.
3. «Chardonnay Sonoma County Ma Belle-Fille 2008», del productor Peter Michael, es un vino californiano que ha alcanzado el tercer puesto con 97 puntos. La botella cuesta cerca de los 64 euros.
4. De la compañía de Madiah Revana (California), nace el «Cabernet Sauvignon St. Helena 2007» que está en el cuarto puesto con 97 puntos y casi 94 euros.
5. El vino californiano «Cabernet Sauvignon Napa Valley 2007»de Altamura ha obtenido el quinto puesto con 96 puntos y un precio de 63 euros.
6. El «Pinot Noir Russian River Valley 2008», otro vino californiano, pertenece a la compañía del productor Paul Hobbs y se sitúa en la sexta posición con 94 puntos y un precio de 34 euros.
7. El caldo australiano «Shiraz Barossa 2008», del productor Ed Schild, está en el puesto número siete gracias a los 94 puntos conseguidos y a que cuesta 15 euros.
8. Desde Italia llega el «Colli della Toscana Centrale, Flaccianello 2007», de Fontodi (productor Giovanni Manetti), que con sus 95 punti y sus 83 euros, ha alcanzado el octavo puesto de la lista.
9. El portugués «Douro Reserva 2007», de los enólogos Rui Roboredo Madeira y su padre Celso Maderia de las bodegas CARM, se sitúa en el noveno puesto con 94 puntos y 20 euros.
10. Y por último, el vino francés « Châteauneuf-du-Pape White 2009», de Clos des Papes (productor Vincent Avril), ha entrado en este top ten con 95 puntos y un precio de 75 euros.
Los caldos españoles mejor valorados
En esta clasificación también se ha reconocido el prestigio de los vinos españoles con la inclusión de nueve de los mejores caldos de nuestro país.
De este modo, en el puesto 26 nos encontramos con el «Ribera del Duero Crianza 2005» de Bodegas Resalte Peñafiel con una puntuación de 94 y un precio de 26 euros.
El «Ribera del Duero Viña Mayor Reserva 2004», de Hijos de Antonio Barceló se sitúa en el puesto 38 con 93 puntos y un precio de 19 euros.
De las Bodegas LAN llega el «Rioja Crianza 2006» que ha alcanzado el puesto 44 con una puntuación de 90 y cuesta nueve euros.
En el puesto 52 se encuentra el «Rioja Reserva 2005» de las Bodegas Beronia con 91 puntos y un precio de 14 euros.
Un «Rioja Reserva 2004» de las Bodegas Ondarre ha obtenido el puesto 58 con 91 puntos y cuesta entre 13 y 14 euros euros.
El Albariño «Rias Baixas Lagar 2009» de Bouza do Rei en el puesto 64, ha obtenido 90 puntos y cuesta casi 10 euros.
En el puesto 73 se encuentra el «Ribera del Duero 2006» de las bodegas Dominio de Atauta con una puntuación de 92 y cuesta cerca de 24 euros.
El albariño «Rias Baixas 2008» de Viña Nora está en el puesto 80 con 90 puntos y un precio de 13 euros.
Y el «Syrah-Petit Verdot Dominio de Valdepusa Caliza 2006»de Pagos de Familia Marqués de Griñón, en el puesto 84 con 91 puntos y cuesta 12 euros.

sábado, 14 de mayo de 2011

Las diez mejores cervezas españolas

Se santifican las marcas de fuera, pero en España también se elaboran cervezas de calidad y con una considerable aceptación popular. Estas son nuestras favoritas


DAMM INEDIT. Creada por los cerveceros de Damm junto a Ferrán Adriá y los sumilleres de El Bulli, se elabora con una mezcla de malta de cebada y trigo aromatizada con cilantro, piel de naranja y regaliz. Graduación: 4,8º. Precio: Botella de 75 cl., 3,90 euros.
ALHAMBRA 1925. Con su característica botella de color verde, se trata de una cerveza extra con una graduación de 6,8º. Se distingue por su peculiar toque acaramelado y por su perfecto y refrescante amargor final. Gran cuerpo y mucho equilibrio. Precio: Botella de 33 cl., 1 euro.
MAHOU CINCO ESTRELLAS. Un auténtico clásico entre nuestras cervezas. Muy ligera y agradable, resulta especialmente refrescante. Con una ligera acidez, sabor a cebada tostada y un correcto amargor final. Graduación: 5,5º. Precio: Pack de 6 botellines de 25 cl., 2,70 euros.
SAN MIGUEL 1516. Entre las varias opciones de esta marca, una de las más internacionales de las españolas, destaca esta 1516 elaborada según métodos tradicionales. Fresca, amarga y con baja graduación (4,2º), lo que la hace muy agradable a cualquier hora. Precio: Botella de 33 cl., 0,80 euros.
CRUZ CAMPO GRAN RESERVA 1904. Cerveza cien por cien malta, de gran calidad. Intensa y equilibrada, con agradable final amargo. Graduación de 6,4º muy adecuada para acompañar cualquier tipo de comida. Precio: Botella de 33 cl., 1 euro.
VOLL DAMM. Elaborada con el doble de malta, lo que le proporciona un sabor muy característico, y un cuerpo intenso y peculiar, diferente de otras. Alta graduación alcohólica: 7,2º. Adecuada para tomar como copa. Precio:Botella de 33 cl.: 1,10 euros.
ÁMBAR ESPECIAL. La Zaragozana es una centenaria fábrica de cervezas de la capital zaragozana. Ofrece una amplia variedad. La más atractiva es esta Especial, una lager de baja fermentación que resulta muy fácil y agradable de beber. Graduación: 5,2º.
MORITZ. Una cerveza casi artesanal, que es una institución en Barcelona desde 1856. En su elaboración se emplean agua de un manantial de Vichy Catalán y flores de lúpulo en lugar de extractos, lo que le confiere más aroma y menos amargor. Graduación: 5,4º. Precio: Botella de 33 cl.: 1,20 euros.
ESTRELLA GALICIA 1906. Cerveza gallega que incorporó esta 1906, en homenaje al año de fundación de la fábrica. Muy intensa, ofrece un color ámbar y un amargor superior al habitual que equilibra un ligero toque dulce. Graduación: 6,5º. Precio: Botella de 33 cl.: 0,80 euros.
BRABANTE BLANCA. Elaborada en Bélgica con métodos tradicionales, se puede considerar española pues la hacen empresarios madrileños para el mercado nacional. De sus variedades destaca esta blanca de trigo, ligera y suave. Graduación de 5º. Precio: Botella de 33 cl.: 1,50 euros.